Julio Anguita
En historia, como dice el tango, veinte años son nada. En esa nada de
tiempo, el discurso europeísta ha perdido toda referencia a proyectos
económicos, sociales o políticos. Los conceptos encerrados dentro de
expresiones como UE, Tratado de Lisboa, Carta Europea, convergencia
económica y social, mercado único, desequilibrios regionales, Parlamento
europeo, etc., son meras sombras de un pasado que fue casi hoy. El BCE,
el FMI, Draghi o Merkel; siglas y nombres de personas han venido a
ocupar el lugar vacante que han dejado los proyectos, las propuestas,
los debates y las visiones de un ayer, casi ahora.
Ese empobrecimiento, esa visión unidimensional ligada al euro en
exclusividad son los restos de algo que pretendió ser, pero que ya no
es. ¿O tal vez era esto lo que se pretendía? ¿La moneda única era así?
¿Dónde quedan la solidaridad, la democracia y la política? Las decisiones de un pequeño clan se imponen a Gobiernos -culpables de inacción, colaboración y debilidad- y a pueblos enteros.
Y detrás de ese clan ¿qué hay? Anónimos especuladores que confían en
anónimos ejecutivos que a su vez confían en el hado y las cartas
marcadas. El Grupo de Frankfurt toma las riendas en la UE y ejerce de verdadero gobierno.
La prima de riesgo, las sesiones bursátiles, los augurios y
vaticinios de esos arúspices llamados agencias de calificación han
ocupado el sitial de los tribunos y de los diseñadores de futuros y cada
día exponen su mercancía de datos, porcentajes y dividendos detrás de
los cuales hay ERE, fraude, evasión fiscal, paro de dos dígitos,
lanzamientos de la vivienda y un futuro que, como Sísifo, nunca llega a
coronar la concreción.
No podemos seguir habitando entre sombras. Aquella Europa de
referendos, debates y visiones contrapuestas en torno a futuros no tenía
nada que dar. Por eso, una vez cumplida la tarea de embaucar a ingenuos
tontos y a ingenuos sublimes, fueron retirados del escaparate,
abducidos y sustituidos por sus sombras, mugres, cicateras, ridículas,
culpables.
eleconomista.es
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